Historia de Buenos Aires
Conoce la historia de Buenos Aires desde la llegada de los españoles hasta convertirse en la moderna ciudad que es hoy en día.
La ciudad que se fundó dos veces
Antes de la llegada de los españoles, las orillas del Rio de La Plata estuvieron pobladas por pueblos de cazadores y recolectores. Cuando el primer español Juan Díaz de Solís arribó a sus costas, el pueblo indio de los “Querandí” dominaba la zona. Los Querandíes u “hombres de grasa”, como les llamaban sus vecinos los indios Guaraníes, eran un pueblo belicoso y cazador que se alimentaba casi exclusivamente de carne.
En 1516 desembarcó en la zona Juan Díaz de Solís, quién denominó al inmenso río de la Plata “Río de Solís” y también “Mar Dulce”. La aventura terminó ese mismo año, cuando los indios decidieron comérselo.
El 3 de febrero de 1536 otro español, Pedro de Mendoza, que había sido enviado por el rey de España para frenar el avance de los portugueses, mandó construir un fuerte al que denominó “Santa María de los Buenos Aires”, en la margen derecha del Río de la Plata.
El fuerte sobrevivió cinco años. La falta de recursos y la hostilidad de los indígenas querandí no permitieron la colonización de la región y los españoles abandonaron la incipiente ciudad de Buenos Aires y se trasladaron a la ciudad de Asunción. La zona fue abandonada durante varias décadas.
La necesidad de dar salida por el Atlántico a las riquezas del Perú y de su área de influencia forzó a la Corona española a enviar a la región a Juan de Garay con la misión de fundar una ciudad y colonizar los llamados territorios del sur.
El 11 de junio de 1580 Juan de Garay volvió a fundar la ciudad a la que denominó “de la Santísima Trinidad”, en el puerto de Santa María de los Buenos Aires. Tres años después moriría a manos de los indios.
Por ello se dice que Buenos Aires se fundó dos veces, una por Pedro de Mendoza y otra por Juan de Garay.
La prohibición de comercio dictada por el virrey del Perú sobre Buenos Aires hizo que muchos de sus habitantes se dedicasen al contrabando. Es esta época se unen bajo la corona de Castilla, España y Portugal. A la ciudad llegaron numerosos portugueses que se dedicaron principalmente al contrabando de la plata de Potosí.
En 1592 se extinguió el Adelantazgo y la ciudad pasó a depender del gobernador de Asunción.
En 1603, para acabar con el contrabando, se expulsó a todos los portugueses.
En 1640 Portugal se independiza de España y funda en la margen izquierda del Río de la Plata la Colonia de Sacramento, que se convierte durante más de un siglo en la sede del contrabando de la región, contrabando dirigido principalmente por los ingleses.
El gobernador de Buenos Aires organizó un ejército para acabar con las actividades de la colonia y, aunque venció a los portugueses, el triunfo tuvo poca efectividad sobre el contrabando.
El Siglo XVIII. La expansión de Buenos Aires.
Por el tratado de Utrech de 1713 entre España e Inglaterra, los ingleses consiguieron una licencia para importar esclavos africanos en el puerto de Buenos Aires lo que, unido al creciente interés de la Corona española por el Atlántico, convirtió Buenos Aires en el centro del comercio de la región y en la entrada natural hacia Chile y Perú.
Su importancia comercial hizo que en 1776 el rey español Carlos III creara el Virreinato del Río de la Plata y Buenos Aires, dejando de depender del Virreinato del Perú.
Desde su creación Buenos Aires sufrió numerosas invasiones de los corsarios ingleses, de las tropas francesas e incluso de piratas daneses, pero la ciudad supo defenderse con éxito.
En 1806 cayó en manos inglesas aunque fueron expulsados por un ejército proveniente de Montevideo en la “Batalla de la Reconquista”. Un año después los ingleses volvieron a intentarlo y, de nuevo, fueron derrotados en la “Batalla de la Defensa”.
La riqueza por el creciente comercio y la participación del pueblo en la reconquista y defensa de la ciudad incrementó el orgullo de los bonaerenses y las simpatías por los independentistas, comenzando un proceso que culminaría en la independencia.
El siglo XIX. La Independencia.
Aprovechando el vacío de poder que se produjo en España tras la invasión de Napoleón, el 25 de mayo de 1810 el Ayuntamiento de Buenos Aires declaró su independencia.
El 9 de julio de 1816 otras provincias del Virreinato se declararon independientes de España y se crearon las “Provincias Unidas del Río de la Plata”.
Desde el primer momento la hegemonía de Buenos Aires fue mal aceptada por el resto de las provincias del Virreinato y las disputas entre ellas provocaron que las provincias de Uruguay, Paraguay y Bolivia crearan sus propios países.
Desde 1820 hasta 1862 Buenos Aires sufrió las luchas entre federalistas y unitarios. Las provincias del interior de Argentina, siempre recelosas de Buenos Aires, lograron que Buenos Aires fuese una capital de provincia más.
No obstante, a partir de 1820 Buenos Aires inició una etapa de gran prosperidad económica basada en el sector ganadero, los saladeros de carne y las exportaciones de cueros. Esta época fue interrumpida por la guerra con Brasil.
Los enfrentamientos entre unionistas y federalistas en Buenos Aires vivieron un paréntesis con la llegada al poder en 1829 de Juan Manuel de Rosas, tristemente famoso por la creación de la “mazorca”, una policía política que marcaría en parte el devenir político de Argentina, y la ciudad padeció el imperio del terror desde 1840 hasta 1842.
Cuando Rosas cayó se recrudeció la lucha entre la provincia de Buenos Aires y las otras provincias. En 1841 Buenos Aires se separó de la Unión en protesta por la pretensión del gobernador de la provincia de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, de independizarse.
En 1862 se convirtió en la capital de la nación unificada.
Desde 1864 a 1914 la ciudad, debido a la gran inmigración, multiplicó por 8 su población dando lugar a grandes cambios en su fisonomía. Siguiendo el estilo parisino del Segundo Imperio, el estilo Hausmann, se construyeron grandes avenidas y plazas, edificios públicos y obras emblemáticas.
Se quiso hacer de Buenos Aires la "París de América del Sur". En 1875 se construyó el Parque Palermo y, un año después, se inauguró el Hipódromo. En 1882 se inició la construcción de Puerto Madero, en 1906 se inauguró el Palacio de Congresos y en 1908 el Teatro Colón.
La inmigración
La historia de Buenos Aires no puede entenderse sin el fenómeno de la inmigración.
Desde 1587, fecha del desembarco de los primeros esclavos negros que llegaron a Buenos Aires, la población negra aumentó considerablemente, de forma que llegó a ser prácticamente la mitad de la población argentina.
La población de origen africano desapareció de Argentina por una programada política, como enviar a los negros a formar parte de las primeras líneas de guerra. Cuando la fiebre amarilla arrasó Buenos Aires, el propio ejercitó cercó la zona para que no pudieran salir. Su desaparición es uno de los grandes misterios de la historia de Buenos Aires y de toda Argentina.
A partir del siglo XVIII, el libre comercio hizo que Buenos Aires iniciase una época de gran crecimiento. La ciudad recibió una gran inmigración, fundamentalmente españoles, y alcanzó los 50.000 habitantes.
En 1836 tenía 62.000 habitantes y en 1880 contaba con 313.000. A los españoles se sumaron los italianos, franceses y demás europeos. Los mandatarios favorecieron la emigración europea con el mismo interés que pusieron en terminar con los de origen africano, los pueblos indígenas y los gauchos.
Es principalmente tras la promulgación de la Ley Avellaneda de 1876 cuando la inmigración llegó a sus cotas más altas. Se crearon hoteles de inmigrantes y los famosos “conventillos”, raquíticas viviendas en alquiler para los recién llegados. La pobreza, la falta de higiene y el hacinamiento provocaron numerosas epidemias, en 1852, 1858 y 1870, pero la peor fue la fiebre amarilla de 1871.
Los millones de inmigrantes, la nostalgia de la tierra, la pérdida de raíces, la explotación de los negros, la desaparición del mundo gaucho, la pobreza, el desarraigo, la prostitución y la delincuencia, darían su fruto en los arrabales de la ciudad a una forma de expresarse, “el lunfardo”, y a una forma de sentir y vivir de la que surgiría el tango.
El Siglo XX. Buenos Aires hoy
En 1910, fecha del centenario de la ciudad, Buenos Aires es ya la mayor ciudad de América Latina.
La ciudad vivió con intensidad los movimientos anarquistas de principios del siglo XX y tuvo su propia “semana trágica” con más de 700 manifestantes muertos.
Tras los años de esplendor, la pobreza provocada por las dos guerras mundiales obligó a numerosos habitantes de los países limítrofes y de las provincias argentinas a emigrar a Buenos Aires y la ciudad triplicó su población.
En 1943 vivió una revolución militar. En 1946 llegó al poder Juan Domingo Perón que ha pasado a la historia por su populismo y por sus grandes reformas, pero sobre todo gracias a su mujer Eva Perón.
“Evita” se convirtió en el icono del régimen y su prematura muerte, el 26 de julio de 1952 cuando sólo contaba con 33 años, la convertiría en un mito del pueblo argentino.
En 1955 Buenos Aires sufrió un bombardeo que fue efectuado por sus propios militares. En 1962 y en 1963 vivió también conflictos armados.
Un golpe militar depuso al presidente Perón que tuvo que exiliarse en España. En 1973 regresó al poder y poco después murió, ocupando de nuevo los militares el poder.
La década de 1970 es la época de los militares y de su expeditiva política, de los montoneros, de los desaparecidos, de las torturas, de las madres de la Plaza de Mayo. La inestabilidad acabó en una gran corrupción política y con la salida del dinero al extranjero.
En la década de 1990 Buenos Aires vivió manifestaciones multitudinarias y alteraciones del orden público, es la época de las caceroladas.
El 30 de septiembre de 2009 la UNESCO declaró al tango como parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
En 2010 se celebró el bicentenario de la ciudad y se reinauguró el Teatro Colón.
Hoy Buenos Aires es una capital moderna y cosmopolita que enamorará a sus visitantes con numerosos atractivos turísticos, de trepidante vida y con la que todos los amantes del tango tienen una cita.